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Los tristes recuerdos de un hombre que recogió cadáveres del apocalíptico tsunami de Indonesia
Djafaruddin superó el trauma de recoger los cadáveres del tsunami más mortal del mundo, que devastó la costa oeste de Indonesia hace dos décadas, pero el dolor revive cuando se acuerda de los niños que quedaron huérfanos.
Este habitante de Banda Aceh, la ciudad más golpeada por el tsunami, subió a su camioneta para llevar a decenas de muertos a un hospital cercano, quedando cubierto de sangre y lodo.
"Cuando vi el río con cuerpos por doquier (...) grité y lloré", contó.
"Me dije '¿qué es esto? ¿El juicio final?'", recordó
El 26 de diciembre de 2004, un terremoto magnitud 9,1 cerca de la isla de Sumatra provocó la mayor fractura de falla registrada, generando olas gigantescas y matando a más de 220.000 personas en 14 países.
La imagen agobió a Djafaruddin, de 69 años -lleva un solo nombre al igual que muchos indonesios- quien asumió la misión voluntaria de rescatar a sus vecinos.
"Fue inimaginable que esto pudiera pasar. Era como si fuera el fin del mundo", expresó.
En el lugar de donde sacó cadáveres de entre los escombros que dejaron las olas Djafaruddin recuerda lo vivido.
"Aquí es donde estaban los cadáveres, mezclados con maderas arrastradas por la corriente", relató en una esquina cerca de la Gran Mezquita Baiturrahman, de Banda Aceh, donde recogió al menos 40 cadáveres.
"Vi niños, los sacaba como si estuvieran vivos solo para encontrarlos flácidos, sin vida".
- Llanto de familias -
Indonesia fue el país más golpeado con más de 160.000 muertos, aunque el saldo real habría sido más alto porque muchos cuerpos nunca fueron recuperados o identificados.
Hoy día, la ciudad está rebosante de motonetas y turistas, pero Djafaruddin tiene un recuerdo completamente diferente de cuando la ola gigante arrasó sus calles.
"Aquí vimos padres y madres llorando, buscando a sus esposas, buscando a sus esposos, buscando a sus hijos", recordó.
Djafaruddin, quien entonces trabajaba en una agencia de transporte, se encontraba en su casa cuando las olas de más de 30 metros embistieron contra la ciudad.
La carretera se lleno de gente que huía, pero él más bien corrió al sitio del desastre.
Su hijo regresó del centro de la ciudad gritando "el agua está subiendo", pero él le dijo a su familia que no se moviera, a sabiendas de que el agua no llegaría a su casa, ubicada a 5 km de la costa.
Subió a su auto y rápidamente lo llenó de cadáveres.
"Fue algo espontáneo. Se me ocurrió que debíamos ayudar", comentó.
Fue uno de los primeros en llegar al hospital militar de la ciudad con víctimas del tsunami.
Posteriormente se le unieron el ejército y la Cruz Roja indonesios haciendo viajes de ida y vuelta al hospital.
Cuando ya agotado hizo una parada final en el hospital al anochecer, tras rescatar cuerpos todo el día, los trabajadores dela salud le ofrecieron pan y agua.
"Como nuestros cuerpos estaban cubiertos de sangre y lodo, nos alimentaron", dijo.
- "Gritando de noche" -
Por años sufrió el trauma de la tragedia, aunque se siente recuperado después de dos décadas porque "ha pasado mucho tiempo".
Pero se derrumbó al recordar a los niños que gritaban por sus padres.
El voluntario y su familia recibieron a decenas de niños que huyeron de la crecida de aguas, muchos de ellos traumatizados por el desastre.
"Fue realmente triste, los vimos gritando de noche, llamando a sus padres", expresó Djafaruddin entre sollozos.
Los niños fueron transferidos luego a centros de evacuación en la ciudad.
Considera que él y sus vecinos han aprendido a aceptar las grandes pérdidas.
"No debemos estar tristes. Los dejamos ir. Creo que toda la gente de Aceh piensa así", indicó.
Actualmente es jefe de una aldea de Banda Aceh, un cargo que califica como un "servicio al pueblo".
Cree que el desastre fue una "advertencia" de Dios después de décadas de conflicto separatista con el gobierno indonesio, el cual fue resuelto después de la tragedia.
Cuando pasa por el sitio donde recogió los cadáveres hace 20 años, dice que se acuerda de los esfuerzos del día.
Mirando al suelo, rezó por las víctimas de las olas.
"O Alá, mi Dios" expresó. "Dales el cielo".
F.Pavlenko--BTB